12 enero, 2014

Crítica de "El Hobbit: La desolación de Smaug"

Director: Peter Jackson
Reparto: Martin FreemanIan McKellenRichard ArmitageJames Nesbitt, Jed BrophyLuke EvansBenedict CumberbatchStephen HunterKen StottEvangeline LillyOrlando Bloom...
Estreno en España: 13/12/2013
Año de producción: 2013
País: EEUU

Fue el 21 de septiembre de 1937 cuando un filólogo inglés hizo historia al publicar un libro de fantasía que originalmente solo tenía el objetivo de divertir a sus hijos pequeños llamado El Hobbit. Pues bien, han tenido que pasar 75 años para que alguien tuviera el valor de poner en imágenes un mundo que es por sí mismo una mitología propia. Ese hombre es un neozelandés que ya conoció la gloria al firmar en 2001, 2002 y 2003 la mejor trilogía de la historia del cine y la continuación de la historia de la película de la que ahora me toca hablar.

Pues bien ya está aquí, ya ha llegado la segunda entrega de El Hobbit. Recordad que Peter Jackson la ha dividido en tres películas a pesar de que cuenta con un solo libro, pero que ha complementado con apéndices y notas publicados por Tolkien y que explican más cosas que la novela en su primera publicación. Titulada La desolación de Smaug, la historia como es habitual en todas las películas de la Tierra Media que Jackson hizo comienza con un flashback que nos narra un suceso anterior de la historia (en este caso el primer encuentro entre el mago Gandalf y el líder de los enanos, Thorin, escudo de roble). Es un recurso que sirve como enlace para despejarnos dudas acerca de sucesos que no se han mostrado anteriormente y que son fundamentales en el desarrollo de la historia.

A lo largo de esta segunda entrega la compañía de los enanos de Erebor siguen su camino en compañía del hobbit Bilbo Bolson y de Gandalf hacia la montaña solitaria para reconquistar un reino que en tiempos pasados fue suyo y que ahora custodia un malvado dragón codicioso cegado por el oro y las piedras preciosas que se ocultan en la profundidad de la montaña. Pues bien, hasta llegar a ese momento los protagonistas pasarán por todo tipo de lugares: desde el Bosque Negro custodiado por los elfos silvanos donde tendrán que hacer frente a arañas gigantes o a la arrogancia del rey elfo Thranduil y la de su hijo Legolas (donde está claro que él es un punto de unión entre El Hobbit y la trilogía de El señor de los anillos) hasta los infortunios que tendrán que hacer frente en la icónica Ciudad del lago, pero tampoco es necesario contar todas las aventuras ya que lo mejor es verla y deleitarse ante un mundo con personalidad propia que esconde muchos secretos.


Respecto a la primera entrega esta tiene un tono más oscuro que se acerca más al tono de El señor de los anillos pero sin renunciar a algunos momentos cómicos o entrañables. No hay que olvidar que El Hobbit está considerada una novela infantil y El señor de los anillos una novela claramente de corte adulto y mucho más sombría. Peter Jackson se esfuerza en cada escena en que El Hobbit sirva de punto de unión con su famosa trilogía no en vano ya que en el fondo está contando un episodio largo de lo que más tarde sería todo lo desarrollado en El señor de los anillos y me parecería de muy mal gusto que no intentara relacionarlo (es como si George Lucas no relacionara los primeros episodios de Star Wars con los que empezó a rodar en 1977). Eso se nota especialmente en la escena en que Gandalf (interpretado de nuevo por el genial Ian McKellen) visita las ruinas de Dol Guldur, una escena claramente hecha para que el espectador se de cuenta de que el gran problema y el desencadenante de todos los males está a punto de manifestarse.


Cualquiera que haya leído la novela y conozca la historia supongo que habrá sentido la misma angustia que yo por el polémico personaje de Evangeline Lilly (actriz famosa por interpretar uno de los personajes de la famosa serie Perdidos, serie que por cierto no he visto un solo capítulo todo sea dicho) que interpreta a la elfa silvana Tauriel. No seré yo el que a estas alturas de la exclusiva de que ese personaje ha salido de la imaginación del director y de su equipo de guionistas pero por otra parte si hay alguien que se ha ganado el derecho de tener creatividad artística en el mundo de Tolkien ese hombre es sin duda Peter Jackson, pero no negaré que me preocupaba especialmente ese apartado. Afortunadamente el personaje de Tauriel sabe conservar la esencia de los personajes de Tolkien, que suelen ser personajes muy característicos, llenos de personalidad y muy masculinos, ya que su escritor refleja en toda su obra una visión claramente masculina porque en cierto modo muchas de las historias que cuenta son metáforas de los horrores que él tuvo que soportar a servir como soldado en la Primera Guerra Mundial donde fue parte del ejército inglés y esa experiencia lo dejo marcado de por vida. Pero afortunadamente Tauriel no solo no molesta en la historia sino que le da más empaque al conjunto y consigue aportar una pequeña historia en un grandísimo relato y desde aquí no me cansaré de reivindicarla como icono absoluto del amor interracial (cualquiera que haya visto la película sabrá porque lo digo).


Pero ahora centrémonos en la joya de la corona, en el personaje que lleva el título de la película, que esta película fuera de las que más esperaba (sino la que más) era porque sabía que por fin iba a ver en una pantalla de cine al dragón más famoso e imitado de la historia de la literatura, todos los dragones posteriores son influencia de Smaug. Pues bien cuando uno se ha leído la novela sabe que el momento cumbre es la conversación que Bilbo y el dragón parlante mantienen en las profundidades de la montaña, y gracias a Dios Peter Jackson consciente de la importancia de ese momento ha puesto todo su talento para recrear ese momento y convertirlo en una experiencia cinematográfica desbordante. Es un momento mágico, un prodigio de la técnica que ha superado mis ya de por sí altas expectativas. Inteligentemente Jackson no ha mostrado una sola imagen del dragón hasta llegar a ese momento para que sea todavía más impactante y que momento...

Para poner voz al ser mitológico ser se contrató al últimamente muy solicitado Benedict Cumberbatch, que no solo presta sus cuerdas vocales sino que ha rodado las escenas faciales mediante la técnica de la captura de movimiento, y eso se nota sobre todo en los primeros planos de la cabeza del dragón donde se ve el trabajo del actor. Smaug asombra, te hechiza y te da realmente miedo (como cuando un niño o no tan niño lee la novela por primera vez) porque es un personaje que nació para quedarse en la memoria colectiva y eso se traslada a la película perfectamente. Smaug ya era el mejor dragón de la literatura y desde el año 2013 también ostenta el título de mejor dragón del cine.

Lo mejor que puedo decir a la hora de definir a este escupe-fuegos es lo que dice Bilbo Bolsón en la película cuando se lo encuentra por primera vez: “Es cierto que las leyendas y canciones no hacen honor a tu enormidad, oh Smaug, el magnífico”.

En resumen, si alguien todavía no ha visto esta segunda entrega que vaya al cine y caiga rendido ante ella.

Una de las cosas que más me apetece es hacer un artículo dedicado a la Tierra Media algo que haré dentro de un año cuando se estrena la última parte de esta tremenda historia.

Fer Cruz

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